Las dificultades forman parte de la vida y sería utópico pensar que hay gente que no las tiene. Estas dificultades se convierten en problemas por los que la gente pide ayuda, sobre todo cuando debido a su mala gestión, se mantienen en el tiempo y se aplican soluciones que no funcionan, a pesar de que aparentemente parezcan de sentido común.
Estas personas que acuden a consulta se ven envueltas en una espiral en la que llevan tiempo atrapadas, tratando de aplicar progresivamente más dosis de solución, que paradójicamente se convierte en parte importante del problema.
La orientación al presente y al futuro necesaria para cambiar estos aspectos que nos mantienen anclados al sufrimiento y hacerlo en el menor tiempo posible es uno de los mantras del modelo de la Terapia Breve de Resolución de Problemas.
Cada persona es única y tiene una manera particular de ver la vida, porque tiene una serie de valores y creencias. En nuestros años de formación de salud mental se aprenden muchas etiquetas y diagnósticos que, en lugar de enfocarse en esta ‘unicidad’, tratan de poner a los humanos en pequeñas cajas de diagnósticos que, una vez dados, definen el tratamiento a seguir, perdiendo de vista el contexto en el que cada problema se desarrolla y se mantiene. En este sentido, una de las brillantes aportaciones que ofrece este modelo de terapia es el poder trabajar desde la curiosidad para entender el mundo desde los ojos de las personas que acuden a consulta.
La mirada del terapeuta construye la realidad de la terapia (ver artículo del 26 de Marzo). Por tanto, evitar asumir estándares de “normalidad” y entender que hay infinitas maneras de organizarse como pareja o como familia, consiguen que ayudemos de manera más eficaz. Por ejemplo, hay relaciones de pareja en las que detectamos que el hombre tiene una dependencia hacia la mujer y nos están consultando acerca de cómo limitar los gastos familiares.
Si este patrón relacional no genera ningún tipo de inconveniente ni problema en sus vidas, ¿qué utilidad tendría cambiarlo?, ¿acaso no hay múltiples parejas con relaciones que podríamos “etiquetar” de dependientes y que han encontrado un buen equilibrio en su relación? Desde este modelo se enfatiza la importancia de no tratar de imponer nuestro modo de ver el mundo como criterio único o correcto.
Llevando esta perspectiva un paso más allá diremos que, ya que vemos los problemas que se nos presentan siempre desde un punto de vista interaccional, si logramos ayudarlos a resolver el problema de los gastos familiares –que es donde están pidiendo ayuda–, generaremos una nueva relación en la que, quizás, habrá menos dependencia del hombre hacia su esposa.
Buena parte de nuestra tarea profesional consiste, por consecuencia, en escuchar problemas únicos, problemas de cada persona y más problemas. Desde la terapia breve se trabaja con aquellas personas del sistema que están más motivadas para realizar cambios. Hace un tiempo estuve trabajando con una familia que acudió a terapia porque uno de los hijos presentaba unos rituales obsesivos de repetición de determinadas palabras en silencio y comprobaciones que limitaban de forma significativa su funcionalidad, de manera que perdió el trabajo y decidió regresar al domicilio familiar, donde recibía toda clase de cuidados por parte de sus padres. En esa nueva situación, no había circunstancias para él que le incomodasen lo suficiente como para desear cambiar algún aspecto de su vida. Sin embargo, la madre en particular no estaba tan tranquila.
Cuando escuché su punto de vista – estaba cansada de tener que cocinar comidas especiales, manejar 30 minutos desde su casa hasta la casa del hijo tres veces por semana–empecé a trabajar con los padres. Sólo con ellos y sin incluir al hijo en esas sesiones. Ellos se mostraban muy dispuestos a poder seguir cuidando de su hijo, hasta que detectaron que, de alguna forma, estaban contribuyendo, con la mejor de las intenciones, a mantener a su hijo inmovilizado en esa situación, alejándolo de cualquier opción de cambio. ¡Estaban cubriéndole todas sus necesidades sin que el hijo siquiera tuviera que pedirlo! Les llevó unas pocas semanas darse cuenta de que podían ayudar al hijo de manera diferente: esperando que él reaprendiera a funcionar en el mundo.
Como terapeutas, se nos enseña que podemos remar solos en el océano del cambio sin desgastarnos en el intento, pero en nuestra experiencia no es tan así. En este caso, la ayuda de los padres resultó ser determinante en producir un cambio positivo para el hijo y por lo tanto en el sistema de la familia.